viernes, 25 de septiembre de 2015

No hay mal que dure cien años...


Aún recuerdo como si fuera ayer el día que tuve a mi primer bebé. A los 8 meses de embarazo sentía que ya era demasiado para mí, quería que terminara… estaba cansada, pesada, ya no dormía, pero sobre todo ya quería ver a mi bebé, me comía las ansias como dicen por ahí. En ese momento, como toda mamá primeriza pensé que nada más era ver a mi hijo y ya me iba a sentir aliviada, realizada, feliz… madre; pero nada más alejado de la realidad.
Tuve a mi bebé por parto natural, así que lo que sentí fue el dolor más grande que jamás había sentido, durante 26 largas horas viví el proceso pero finalmente después de sentir que literalmente llegaba a mi límite pude ver a mi bebé y efectivamente me sentí Feliz, de saberlo vivo, sano y, gracias a Dios!, afuera; pero también me sentía muuuy cansada, adolorida, confundida y muy poco mamá. Esa sensación de no saber que hacer con mi bebé nadie me la había contado, el instinto de madre decían y la verdad es que parezco ser la única madre a la que se le demoró tanto en desarrollar. En general hay muchas cosas que no se hablan de ésta fase de la maternidad, en especial de lo no tan bueno, creo que podría escribir varios post con el mismo tema, pero  pienso que se debe a que a pesar de ser la fase más retadora, a mi parecer, es la más maravillosa.
Recuerdo que empezaba cada día preguntándome hasta cuando me sentiría tan cansada. Cuando estaba ya en mi últimos meses de embarazo, lo más difícil era no poder dormir, soy una dormilona empedernida y cuando tuve a mi bebé ya ni me acordaba haber dormido más de dos horas seguidas. Pasaban los días y la felicidad de ser madre no me quitaba el cansancio. No era sólo no dormir, eso de amamantar también fue todo un proceso, muy doloroso y confuso al principio y también agotador. Sólo quería dormir una noche entera y descansar un poco, no era mucho pedir o si?. Ya falta poco me decían unos, eso lo vivimos todas felices me decían otras, y hasta me sentí un poco culpable por querer parar un momento, sobre todo cuando sólo oyes hablar de lo maravilloso de ser madre.
Pero luego un día pasó… mi bebé durmió toda la noche. Bueno así decimos las mamis cuando ya duermen 4 horas seguidas en la noche. Sentimos un respiro, es el comienzo de una nueva fase, casi casi una nueva vida. Personalmente en el momento en que pude descansar más fue cuando empecé a sentirme más mamá y a disfrutarme plenamente cada momento. De ahí para adelante ya cada día se me hacía más fácil mi labor de ser madre, ya el cansancio era poco y lo que menos me preocupaba. Cuando miraba atrás ese dolor y ese cansancio me parecían poco para la plenitud que sentía ahora y la felicidad de ver crecer a mi bebé.
Es indiscutible el hecho de que ser padres nos cambia literalmente la vida, nos aumenta de nivel. Pero no dejo de pensar que la felicidad más grande de mi vida vino después de sentir el dolor físico más grande que he experimentado y del dolor y el cansancio de esa primera fase en la que me llegué a preguntar, hasta cuando me voy a sentir así?
Este es un ejemplo muy sencillo y gráfico de lo que puede ser una prueba. Que si he pasado pruebas más duras? Claro que sí, pero mi intención tampoco era ser tan dramática. A lo que voy es a que justamente esa es la pregunta que surge cuando estamos viviendo ciertos procesos en nuestra vida, que se tornan especialmente dolorosos y “eternos” o por lo menos eso es lo que sentimos, pues no vemos ninguna luz que se asoma. Algunas veces nos sentimos morir o deseamos morir y preguntamos y gritamos, Hasta cuando? Nos enfocamos en el problema, en el dolor y no nos damos cuenta que lo que estamos haciendo es aferrarnos más a él, lo agarramos más fuerte, reteniéndolo en nuestras vidas como si no quisiéramos que se fuese o tal vez un día sintiéndonos más fuertes lo ignoramos como si pretendiendo que no está dejará de estar, pero siempre preguntándonos, hasta cuándo?
Hay procesos que son necesarios y que simplemente debemos vivir para aumentar nuestro nivel. Nosotros estamos diseñados para evolucionar, pero cuando llegamos a alguna zona de confort, que  por lo general de confort no tiene tanto, llegamos a un estancamiento que muchas veces no notamos y es cuando necesitamos ese remesón que pone a prueba nuestro coraje y que nos fuerza a movernos, a evolucionar.
Son procesos en que nuestra vida entera se pone a prueba y después de los cuales simplemente no salimos igual. Es cuando recordamos cuán vivos estamos y sobre todo cuanto poder tenemos. Y eso hace parte de la belleza de la vida, que tiene momentos de gloria y felicidad pero también de dolor y sufrimiento.
Hoy hay que aprender a aceptar esos momentos, a entenderlos como procesos de cambio que necesitamos vivir, a saber que por muy doloroso y duradero que parezca va a pasar, porque nada es eterno y que esto que hoy nos pasa nos da una oportunidad más de crecer y de reinventarnos, de volver a escribir nuestra historia. Aprendemos que no hay una única manera de vivir y ante nuestros ojos se abren nuevas opciones que siempre podremos elegir.
Yo particularmente en una de esas tantas pruebas elegí a Jesús, porque fue precisamente en una de esos momentos que entendí que no estaba sola. Al comprender la magnitud de su amor y creer en su palabra se empieza a transformar mi mundo. Entendí que la prueba no es sólo un llamado al movimiento si no que es la oportunidad perfecta para que Dios me muestre su gloria, su poder, porque de otra forma terminaré dándole el crédito a la casualidad o a mi mismo.
Tener la certeza de que todo lo que me pase es para mi bien, y que siempre tendré su amor y su compañía, es la motivación perfecta para seguir adelante y proseguir. Ya no importan las circunstancias, ni la idea preconcebida de como creo que deben ser las cosas, ni siquiera aún si siento que no tengo fuerzas, porque sé que ya no soy yo si no él quien vive en mi y que cumplirá su promesa aún a pesar de mi mismo. Porque una cosa es cierta, Dios agarra y no suelta.
Hoy no importa como te sientas, cierra tus ojos y recuerda todo aquello que tienes por agradecer por pequeño que parezca, tal vez pienses que no tienes mucho material pero una vez empiezas con un corazón dispuesto, Dios toma el control y empiezan a venir a tu mente momentos especiales que ni recordabas. Anótalo en un cuaderno, porque seguramente las circunstancias te harán olvidarlo una vez más y haz de tus propias experiencias, de tu agradecimiento y de tu renovada fe la energía que necesitas para seguir.
No te quedes en la prueba, ya haz recorrido demasiado, sigue siempre adelante con todo lo que tengas. Es Dios diciéndote que estás listo para aumentar de nivel.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Una feria y mi tendencia a autosabotearme



Seguramente se preguntarán, y que tiene que ver una feria con, como dijiste que se llamaba? Pues eso, autosabotaje. Así que los pondré un poco en contexto.

Cuantas veces no empezamos un proyecto y lo dejamos a la mitad, o nos trazamos unos objetivos y no los cumplimos? Cuando este tipo de conducta se hace una constante en nuestra vida, podemos decir que nos autosaboteamos.
El autosabotaje se convierte en un arte que va perfeccionándose a lo largo de los años, hasta el punto de que no nos damos cuenta que está allí. Se disfraza de amiga, de consejera y lo que es peor, de sensatez, así que lentamente y sin darnos cuenta le damos protagonismo en nuestra vida hasta el punto de recurrir a ella cada vez que queremos emprender algo, o trazarnos una nueva meta o simplemente probar algo nuevo. Por lo menos ese era mi caso y en nombre de la sensatez y la prudencia la hice mi “amiga no tan amiga” y es donde radica el verdadero peligro, pues le entrego mi confianza y me convierto yo misma en mi peor enemiga.

Teniendo claridad sobre esto, he aquí mi historia.
Empezando porque la primera reacción ante el desafío de presentarme fue el temor y esa “amiga no tan amiga”, me dice “¡no puedes!”.
Normalmente suele ser muy convincente y siempre tiene bajo la manga argumentos muy sólidos para afirmar lo que dice, así que por lo general decido no luchar con ella y darle la razón, y aunque en el fondo creo que la tiene, ésta vez decido no escucharla y me digo: Qué más da!.
Por mínima que sea la probabilidad de que funcione, siempre valdrá la pena. Así que empecé mi puesta en marcha de lo que hasta ahora era sólo una idea, sin forma ni estructura.

Por primera vez decidí actuar sin pensar, y vaya que a veces creo que se me va la vida pensando. Empecé a crear y a comprar materiales y a HACER, sin orden, sin metas claras, sólo a hacer. Sentí miedo de que si me sentaba a pensar y a planear, corría el riesgo de que mi “amiga no tan amiga” una vez más ganara la batalla como tantas veces antes.
Así que llegué a una feria, donde las personas van a aprender nuevas técnicas y manualidades, con una caja llena de productos terminados, muy bien elaborados, bastante elogiados pero que nadie planeaba comprar, porque la mayoría se acercaban a preguntar que tenía para enseñar y como no tenía nada, muchas veces se iban sin siquiera ver o detallar los productos que ofrecía.


Al finalizar la jornada llegué a mi casa tranquilizándome y diciéndome que sólo era el primer día. Me encomendé a Dios pidiéndole que me iluminara y me mostrara los cambios en la estrategia que podría implementar rápidamente para mejorar la situación y me acosté confiada… pero llegó la mañana… y “mi amiga no tan amiga” recuperó su fuerza y tomó su lugar, ésta vez tenía en sus manos el arma poderosa de la realidad del día anterior, así que más bien le fue fácil convencerme de que la idea había sido un total fracaso, que no había nada que hacer, y que lo más sensato era reconocer mi error, dejar de perder tiempo y energía en algo que no tenía arreglo, después de todo ya había pasado antes y nadie me reprocharía… incluso tuvo la desfachatez de decirme que nadie había tomado la idea en serio, así que al final no pasaba nada.

Fue en ese momento, cuando el sabotaje se hizo más evidente, qué recordé las palabras que Dios dice a Josué en aquel pasaje, “… no temas ni desmayes que yo estaré contigo en dondequiera que vayas”. Así que aún sin ánimos y en señal de obediencia a esa palabra, me vestí de mi mejor sonrisa y una hora tarde empecé mi segundo día de feria.
En el camino empecé a idearme algunos talleres cortos que podría dictar a través de una amiga, así que la contacté, empecé a promocionar la clase y surgieron varios prospectos.
En la tarde llegó mi amiga y ninguno de ellos llegó. Lo que sí llegaron fueron personas elogiando mis agendas y pidiéndome que les enseñara a hacerlas, así que sin más empecé a invitarlas a llegar al taller de agendas que dictaría a la mañana siguiente, en mi tercer y último día de feria. 

Armé muy temprano los kits para dictar los talleres, agradecí a Dios por la experiencia, por permitirme estar en ese lugar rodeada de personas a las que nos unía un mismo sentir, la pasión por crear bellezas con nuestras manos y esta vez con una sonrisa auténtica y un corazón agradecido, supe que ése era mi lugar, y empecé mi tercer día.




Abrí el taller con una niña a la que vi no muy segura de querer hacerlo pero que al ir viendo el resultado de su obra se fue entusiasmando y enamorando más de la agenda que ella misma estaba creando. Nada más era que vieran un ambiente de taller para que las personas empezaran a llegar y a preguntar, así que una a una fueron llegando.


Ya para resumirles un poco, sólo les digo que no me dió tiempo ni de almorzar. Mi esposo que llegó sólo para acompañarme por un rato, le tocó quedarse todo el tiempo a atender a las personas que se acercaban al stand puesto que yo estaba dictando el taller. Incluso tuve que decirle a Meli (La medialuna, mi compañera de stand) que ayudara a una señora con la que me había comprometido para la decoración de unas cajas, porque al final de la tarde tenía 3 personas en simultánea haciendo talleres y una agenda encargada sin hacer, así que el estrés me visitó por un momento.
Terminé el día agotada, con hambre y feliz de haber compartido con todas esas personas que valoraron tanto mi trabajo que quisieron duplicarlo.






Al final del día ya “mi amiga no tan amiga” se había dado por vencida, ya ni yo recordaba con claridad lo que me había dicho antes, pero por si acaso, no perdí oportunidad para sacar pecho y decirle “te lo dije”, pues cómo tantas veces antes lo he dicho primero hay que creer para empezar a ver.
No era ofreciendo lo que otra persona tenía para enseñar que iba a ver cumplida la palabra de Dios, fue cuando creí en mí misma, en lo que YO tenía para dar que me pude empoderar de mi posición en ese lugar y entonces la bendición empezó a fluir.

Dios pone un sueño en nuestro corazón y nos da todo lo que necesitamos para cumplirlo. Está en nosotros tomar la decisión de decirle NO a ese saboteador interior. Sin discutir con él, porque es un argumentador infalible. Sin siquiera intentar callarlo puesto que siempre gritará más fuerte. Simplemente ignorarlo y aún sin fuerzas y hasta con los ojos cerrados, seguir adelante poniendo nuestra confianza en aquél que todo lo puede.


Cuantas veces haz dejado que esa "amiga no  tan amiga" sea quien dirija tu camino? El dejarla al descubierto es un muy buen comienzo. Cuentame que tan presente ha estado en tu vida, cuales son los argumentos que más utiliza?