Desde hace 5 años que dejé de trabajar en una oficina me he planteado el
reto de emprender un negocio, la cosa ha ido de reuniones con amigas, muchas
lluvias de ideas, planes de negocio y hasta lanzamientos. Si me preguntan todas
eran buenísimas ideas pero nunca pasaron de ahí, así que henos hoy aquí con
nuestro emprendimiento nro 4.
Este último lo he empezado sola, en un momento de mi vida en el que
empiezo a entender algunas verdades después de estar tantos años cuestionándolo
todo, tanto así que hasta me siento en mi segunda adolescencia… si
es que alguna vez he dejado de serlo, a veces pienso que no. Me encantan las
manualidades, los cuadernos y el scrapbooking, así que se me ha ocurrido la
genial idea de generar un ingreso a partir de eso.
Pero ya saben que para que un negocio funcione (si es que se puede
llamar así a lo que yo tengo) no basta con una idea que nos haga ilusión, se
necesita por lo menos un plan y mucho trabajo duro. Así que imagínense esta “adolescente
eterna” en su enésima crisis existencial, soñadora e improvisadora
profesional… la tarea no ha sido fácil. Adicionalmente se necesita de mucha
automotivación, por lo
que mi tendencia a autosabotearme (de
eso hablo más aquí) desata una lucha épica conmigo misma, dolorosa pero necesaria.
Encuentros de otro mundo.
Esa lucha ha hecho que me re-encuentre con fantasmas de viejos miedos y
complejos que creía superados, con miedos que siempre han estado muy presentes
y hasta con nuevos que han surgido. Pero también en el camino me voy descubriendo
a mí misma, haciéndome más consciente de lo que puedo y no puedo hacer y
aceptarlo, porque entre otras ese cuento de que puedes ser todo lo que
quieras se oye muy bonito pero es puro cuento chino.
Sueña en grande te dicen, pero a veces esos sueños se hacen tan gigantes como monstruos que regresan a aplastarte y hay de que sueñes lo que para ellos es pequeño, te miran con ojos de compasión pensando que has perdido valor que te han cortado las alas, algunos incluso los más osados hasta se atreverán a decírtelo.
Recuerdo que cuando era niña siempre soñé con cambiar el mundo, me imaginaba viajando por muchos lugares ayudando a muchas personas, cuando fui creciendo sólo me imaginaba que eso era posible a través de una fundación pero por supuesto nadie vive de trabajo caritativo así que más pronto que ya me fueron quitando esas ideas de la cabeza o yo misma me las fui quitando para sentir que encajaba.
Esto de emprender ha hecho que me mire al espejo y cada vez me guste más
y sobre todo me acepte más… me ame más. Aún me falta mucho (si no todo) por aprender
y sobre todo por avanzar, pero siento que cada día es más ligera mi carga así
que lo mejor está por venir.
Mi vida de “emprendedora” está lejos de ser un modelo, pero es mía. Ya a
estas alturas y de tanto leer aquí y allá me cansé de sentirme mal por no ir al
ritmo de los demás, por sentirme agobiada con todas las tareas que implica
emprender, me cansé de tener miedo a que guste lo que hago, a que de verdad sea
útil, a tener miedo a decepcionar a las personas que amo dedicándome a algo que no
tiene sentido ni utilidad para ellos.
En busca del éxito.
A donde me llevará todo esto? No tengo ni idea. Debo confesar que no me
veo en un futuro viviendo de un negocio de cuadernos decorados a mano o mis manualidades
(aunque quien sabe)
pero esto es lo que hay, lo que tengo ahora, lo que disfruto hoy, así que con
esto arranco. He vivido años tratando de llegar a esa idea brillante con éxito
asegurado, el que hará sentir orgullosos a todos, para siempre concluir con la
certeza de que no tengo ni idea de qué es ni cómo carajos se hace, de que el
camino se ve demasiado turbulento y difícil y entonces el miedo me paraliza una
vez más y sigo haciendo nada…
Hoy estoy convencida de que es Dios quien ha puesto un sueño en mí y que
además me ha dado todas las herramientas para lograrlo. La meta o las pequeñas
metas que debo ir alcanzando me las pongo yo, confío en que Él hará su parte. Pero
sea cual sea el lugar a donde deba llegar no llegaré si primero no creo en mí
misma, si no aprendo a amarme con mis ritmos, con mis trabas, con mi
imprudencia, con mi torpeza… con mi imperfección. Por supuesto hay un montón de
cosas más técnicas que debo aprender en el proceso, pero ya dejaré de
lamentarme por lo que no soy, ni queriendo ser otra.
Así que hoy más que desearte que tengas éxito en eso que emprendes,
deseo que te encuentres a ti en medio de eso que haces o quieres hacer, que
ahondes en ti y encares tus temores, que les pongas nombre, porque cuando los
nombras dejan de ser invencibles, te deseo que cada vez puedas perdonarte más
los errores, las omisiones, el tiempo perdido, te deseo que dejes de pensarlo
tanto y te atrevas a lanzarte afuera, aunque no tengas claro hacia dónde ir… ya
sobre la marcha irás encontrando tu camino. En tu interior hay una luz que está
ansiosa por salir. Libera espacio en tu corazón para amarte más, para amar
libremente lo que haces y seguro
que cada vez te engancharas más y crearás más y te comprometerás más. Aunque viéndolo
bien, esta es mi manera de desearte éxito.
Sé que no es un artículo típico de motivación para emprender pero como
dije arriba, eso es lo que hay, esto es lo que soy, escribiendo este tipo de
artículos en un blog que iba a ser de manualidades.
Gracias por leerme hasta aquí, tal vez soy la única que me enrollo
queriendo hacer algo tan sencillo como un álbum scrap pero tal vez no. Me
encantaría que compartas conmigo tu experiencia, a lo mejor sin tanto rollo
como la mía.
Un abrazo